Lluvia de piedras
dentro de la lluvia enmarcada en mis ojos,
veo como ella se vuelve una gota
que cae una y otra vez en mis recuerdos,
para deslizarse
(con las palmas volteadas no puedo atraparla)
entre las rocas de mis manos,
entre mi piel erosionada.
fuera de mis párpados ella camina,
escucho el polvo de estrella
que se encarna en su piel,
intento reconstruir sus pasos
con los oídos pegados a la pared.
Ahi, del otro lado, ella bosteza,
enredada en unas sábanas que la acarician,
unas gotas de sudor;
(que llueven en mis labios)
yo sólo choco contra ese abismo:
mi cabeza está abierta, su lluvia
cae sin mojarme.
dentro y fuera intento calcarla en mis manos
sólo tengo un molde que se evapora
como la vela que navega en la solitud
de un río circular, empequeñecida
y que intenta atrapar el viento
sin darse cuenta de que lleva
mas de dos lunas,
perdido en el círculo de una lluvia
de piedras invisibles
que poco a poco van hundiendo
la impermanencia de su cara
que se difumina mientras las piedras del sol
que caen en mis remolinos penetran mis pupilas
para cegarme e irme hundiendo en un mar de arrugas doradas.
veo como ella se vuelve una gota
que cae una y otra vez en mis recuerdos,
para deslizarse
(con las palmas volteadas no puedo atraparla)
entre las rocas de mis manos,
entre mi piel erosionada.
fuera de mis párpados ella camina,
escucho el polvo de estrella
que se encarna en su piel,
intento reconstruir sus pasos
con los oídos pegados a la pared.
Ahi, del otro lado, ella bosteza,
enredada en unas sábanas que la acarician,
unas gotas de sudor;
(que llueven en mis labios)
yo sólo choco contra ese abismo:
mi cabeza está abierta, su lluvia
cae sin mojarme.
dentro y fuera intento calcarla en mis manos
sólo tengo un molde que se evapora
como la vela que navega en la solitud
de un río circular, empequeñecida
y que intenta atrapar el viento
sin darse cuenta de que lleva
mas de dos lunas,
perdido en el círculo de una lluvia
de piedras invisibles
que poco a poco van hundiendo
la impermanencia de su cara
que se difumina mientras las piedras del sol
que caen en mis remolinos penetran mis pupilas
para cegarme e irme hundiendo en un mar de arrugas doradas.