Wednesday, April 14, 2010

La canción de los niños muertos



Dentro de la cinematografía mundial aparecen pocas películas perfectas-geniales-contundentes al año. "En un año que sea un buen reserva, se producen cinco o seis buenos títulos en el mundo" nos aclará Herzog en entrevista a los Cahiers du Cinema españoles. En cortometrajes este extraño hecho se agudiza, debido a la gran cantidad de películas (desde el mundo amateur hasta los profesionales de la Academia, desde estudiantes de escuelas patito hasta las "promesas" del cine mexicano) que día con día, se filman.

Gracias a la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas y sus distinguidos miembros ayer pasé una noche aburrida presenciando un espectáulo soso, gris, lamentable, patético, que es un síntoma de la metástasis que padece el cine mexicano.
Pero eso es todos los años. A la salida y entrada de la ceremonia, todo mundo se abraza, se saluda y habla muy bien de Carlos Carrera, cuando todos sabemos que Backyard (con todas las respetables intenciones de tratar un tema tan necesario) es una película fallida. Todos felicitamos a un ganador del Ariel, cuando nosotros quisieramos tener ese reconocimiento en nuetras manos, tan siquiera para conseguir más trabajos.
Los conductores se equivocan, toca Clorofila a un volúmen tan bajo que apenas se distingue la música, cuando se anuncian los ganadores aparecen gestos en el público, muchos de ellos concientes que ese premio (aunque sea para un estimado amigo) tal vez era para otra persona (Parque Vía que participó en Huelva, Locarno, y el Ficco; Norteado, que está en el Bafici fueron las ninguneadas este año, junto con Rabioso sol, Rabioso Cielo).
Sin embargo, dentro de esta ceremonia, hay algunas chispazos de verdad. Me refiero y (esto es a lo que quería llegar) a "La canción de los niños muertos" de David Pablos. ganadora indiscutible a mejor cortometraje de ficción. Una película sincera, verdadera, que hace pensar los planos acercándonos al dolor irreparable de la pérdida del ser amado. La uniformidad de la imagen en esos parajes semidesérticps, donde el agua es tan gris y agridulce como las lágrimas del padre humillado por su hijo Gabriel, adolescente sádico y cruel que lo culpa por la muerte de su madre. En la mejor tradición de Pasolini y su valle de la muerte, esta familia varada en una casa semidestruída a la orilla del mar, en cuerpos fragmentados, acuclillados, crean una poética del dolor, y de la miseria del grado cero de la humanidad. Secreciones, arena, pescado podrido, piedras filosas, un bat y un cuchillo son las ruinas de las memorias felices de una familia que surgen en texturas llenas de color: Los niños caminando en el bosque, justo antes de que su madre fuera asesinada en un día de picnic.

Flashback que interrumpe, calma y hace explotar la narración. Miradas fuera de cuadro, planos que acarician el suelo pasando por los cuerpos semidesnudos y sucios subrayando la materialidad de estos seres en duelo cercanos a la muerte. La sensualidad del instinto, una mirada que sugiere el incesto, justo antes de que el victimario se convierta en víctima, Gabriel es amarrado por su hermano y su hermana menor al muelle, y pasa toda la noche ahí. Estos son simples destellos de una obra que merece la pena ser vista y revisada a posteriori, a pesar de las sensaciones tan carnales y a veces incluso repulsivas que provoca en el espectador. ¿O es acaso esa repulsión, ese deseo, ese miedo, ese dolor y esa tristeza absoluta que crea en el espectador lo que la hace tan entrañable?

Por otra parte, acabo de ver Roma, tesis de Elisa Miller. No me llevé ninguna decepción, ya que no esperaba mucho de esta sobrevalorada cineasta palma de oro. Roma: una idea chistosa, que tiene uno que otro momento cinematográfico, pero cuidado: el cine no es una broma y un juego de palabras absurdo "roma es palindromo de amor" que se puede ver padre y Kitsch con el jabón Roma.
Por otra parte, también podría titularse "los emigrantes también se bañan", vista a vuelo de pájaro de una persona que vive en una burbuja de primer mundo dentro de un México que (supongo) debe ser algo más que una fábrica colorida y "curiosa".
(DISCULPEN, LO TENÍA QUE DECIR)

Para cerrar esta nota: los premios y festivales, Arieles y Oscars, son tan pretenciosos como "justos". No cabe duda que Carlos Carrera es un buen director, tal vez sus películas no son tan buenas. No cabe duda que todos los ganadores del día de ayer merecen ese Ariel y muchos más premios en reconocimiento de una profesión tan sobrevalorada como ninguneada (la esquizofrenia del cineasta). En México, hacer cine es un logro, hay gente con mucho talento. El problema es el cupo limitado, la mamonería, la presunción, la negligencia y la mediocridad. Gracias a Nicolás Pereda, Fernando Eimbcke, Julián Hernández, Yulene Olaizola, David Pablos y Gabriel Herrera por demostrarnos que no es así.

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Saturday, April 10, 2010

Así pasa el tiempo que nos devora.

Trailer, mashup. Un Palimpsesto (polvo en los ojos).(2009)

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